Lo que el turista no ve

No es necesario retroceder mucho en el tiempo, para apreciar los cambios que ha sufrido el centro de la ciudad. La mayoría de los pequeños negocios familiares han desaparecido. Otros se han transformado de cara al turismo. Además, muchas casas simplemente han dejado de habitarse, o han cambiado su uso. El turismo sólo llega a apreciar lo que ve, pero que se deja detrás la parte entrañable de los lugares por donde pasa.
Motivos personales me ligan fuertemente a la calle Abades. En particular, a la actual casa nº 36 de la misma. Una casa que no esconde secretos para mi, y de la que podría contar mil historias.


Desde el inicio de la calle, partiendo desde la de Mateos Gago, y por su derecha, antiguamente encontrábamos un convento. Actualmente creo que sólo queda el azulejo que lo recuerda.


En cuanto a los negocios perdidos en esa calle, podíamos encontrarnos con la imprenta de Anita, en la parte derecha de la calle, y junto a “la casa del cura” (antigua sede de la Academia Sevillana de las Buenas Letras). Una vez pasada la calle Guzmán el Bueno, el zapatero remendón que se hacinaba en el recodo izquierdo de la calle cercano a la casa Los Pinelo, también desapareció hace años. Un puesto, que creo recodar, vendía pájaros junto al inicio de la calle del Aire. Y otro de venta de chucherías, al final de la calle, haciendo esquina con la calle Corral del Rey.
En la misma calle se encontraba la Escuela Francesa, por cuya puerta pasaron miles de niñas.


Frente a la Escuela, cuando derribaron la casa antigua, apareció una galería subterránea que decían comunicaba esa casa con el río. También había una gran casa, a mitad de la calle, en la que podían conseguirse huevos frescos de su propio corral.
Cambiando de calle, y siguiendo en la misma línea, ¿qué decir de la gran tienda de galletas que existía en la Plaza del Pan?. El espacio dejado, lo ocupó una tienda de moda para novias. ¿Y la tienda de Manises tostados de la calle Francos?. Aún recuerdo el aroma que salía de la tienda inundando la calle, y el calor de la bolsa cuando te la entregaba el tendero.

Alguna solución debemos buscar, para poder mantener este tipo de negocios.
Menos mal que aún nos queda un negocio, de los de siempre, en la calle Entre Cárceles.

Como decía, el turismo se pierde estas pinceladas…….bueno, quizás sea mejor dejar algunos pequeños detalles para poder disfrutarlos nosotros. Enero 2009
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