Me confieso admirador del trabajo de D. Nicolás Salas, periodista y escritor. Durante meses lleva escribiendo artículos y reportajes, en Diario de Sevilla, sobre la destrucción de la ciudad. Bueno, sobre la destrucción del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Es doloroso saber que hubo dirigentes en Sevilla, que no pensaron dos veces lo que hacían al diseñar la reordenación del viario local. Desde la judería hasta la Plaza del Duque. Calles y plazas de norte y sur. Todo arrasado por el afán de modernismo. Espero que no se vuelva a caer en el mismo error, aunque no me fío.
A pesar de la normativa municipal, en algunos casos no se ha respetado la fisonomía del edificio y del entorno. Los solares han sido sustituidos por casas de bajo nivel arquitectónico. Antes se demolía a diestro y siniestro edificios en perfecto estado. Ahora los edificios se caen solos, porque no se los ciuda convenientemente. Uno de los defectos de Sevilla y de los sevillanos, es que pasamos del blanco al negro, y de la risa al llanto, con una facilidad pasmosa. Además, para nosotros no existen las medias tintas.
Siento envidia de no poder ver la gran cantidad de Casas-Palacios que vieron mis mayores. ¡Cómo me hubiera gustado asomarme al interior de esos caserones!.
Nota anecdótica a considerar como simil de la destrucción «modernista» programada: De cuando era pequeño, recuerdo los viejos railes del tranvía. Se podían encontrar en la Puerta de Jerez, junto al Palacio de San Telmo, por Triana, en la Avda. Manuel Siurot, etc. Ahora resulta que lo «moderno» es poner unas horribles catenarias. A ver si vamos a tropezar en la misma piedra.
Bueno, supongo que dentro de unos años, algún descendiente de D. Nicolás, escribirá sobre los desastres realizados en los inicios del siglo XXI.
Por cierto, si alguien conoce al Sr. Salas, le agradecería que me lo presentara.
